¿Quién entre nosotros esta noche ha
visto el agua convertida en vino? No es
el tipo de cosa que se ve todos los dias.
Entonces cuándo leemos y escuchamos una historia como esa de la boda en
Caná, ¿que suponemos es el propósito? Es
posible que la historia nos llama a una adoración más grande por Jesús. También es posible que el punto es
inspirarnos a creer en el poder de Jesús, mostrado por sus milagros.
La epifanía de Jesucristo consiste
de tres eventos. El primero es el
descubrimiento de Jesús por los tres reyes, su revelación a sus gentiles. El segundo es el bautismo de Jesús. Y el tercero es su primer milagro, convertir
el agua en vino a la boda en Caná de Galilea.
La historia del primer milagro leemos en el evangelio de San Juan. Los capítulos primeros se llaman “El Libro de
Los Señales.” Cada historia en estos
capítulos nos muestra el poder especial de Jesús. Cado milagro nos dirige al senñal importantísimo,
la cruz. Cuándo Jesús llega a la cruz,
en las palabras de San Juan, llegado su hora.
No es imposible decir que la Santa Cruz es la epifanía más grande de
todos. El milagro de la cruz es que Dios
por su amor la transforma del instrumento de muerte en medio de vida. Entonces, el primer milagro, convirtiendo el
agua en vino, empieza una procesión muy larga que sigue a la cruz y la
resurrección.
Comoquiera importante esta historia,
como muchas historias ella existe en el dominio de cielo, muy lejos de vida
ordinaria, ¿no?. Convertir agua en vino,
sanar al hombre nacido ciego, sanar al hombre minusválido, multiplicar los
panes y pescados: todo pueden resultar
en la formación de la idea que Dios—y Jesús—es muy lejanos de nosotros. En este caso, el milagro no conecta con
nuestras vidas.
Pero, déjame preguntarles otra pregunta.
¿Quién sabe aún un poquito de cambio?
Cada persona aquí conoce cambio, por qué es un parte normal de
vida. Unos cambios no queremos. Unos cambios nos dan dificultad. Unos cambios no son evadible. No podemos elegir si cambiamos o no.
La pregunta no es si cambiaremos,
pero como cambiaremos. El secreto es que
Jesús es el maestro de cambio. Él hace
la posibilidad que cambiemos hacia la verdad, hacia Dios. Cada vida es agua
ordinaria. Pero tiene la potencial ser
vino excelente. ¿Qué nos falta? El poder de Jesús con lo cual se puede
cambiar y crecer.
Favor de examinar eso un poquito
más. Por ejemplo, un hombre tiene la
adicción a juego. Como todas las
adicciones la suya le tiene con una fuerza grande. El trate cambiarse, pero no tiene el
poder. Su vida es agua. Una mujer tiene el hábito de chismear. No tiene el poder o la motivación por
cambiar. Su vida es agua. Un chico está envuelto en drogas. No conoce el camino por la liberación. Su vida es agua. Una persona se pone furioso, y causa mucho
daño a su familia. No sabe como vivir
diferentemente. No es libre. No sabe como cambiarse. Su vida es agua. Todas la situaciones son muy comunes, porque
la norma de la vida humana es ser cautiva por las fuerzas grandes de
oscuridad. A veces ocurre en maneras
pequeñas, a veces en maneras grandes. En
suma, nuestras vidas son agua.
Necesitamos un salvador, un maestro,
un héroe que es capaz para transformarnos del agua en vino. ¿Que es vino?
Ser vino es ser libre, imitar a Dios, dar un abrazo a cosas nuevas,
crecer en nuestra capacidad pensar, aceptar ayuda en el proceso de cambiar
nuestro comportamiento. Todo el punto de
cristianismo es adquirir las características de Dios. No es posible sin la gracia de Dios. Pero con Dios, todo es posible, aún las cosas
más difíciles. Se pueden nuestras vidas
convertidas en vino, el vino especial de Dios.
Volvamos otra vez y miremos la
cruz. La cruz nos dice que el poder y el
amor de Dios está disponible para nosotros.
No es solamente para traernos en cielo después de esta vida, pero es
para hacernos como Cristo aquí y ahora.
¡Ojala Jesús nos convierta en vino momento por momento hasta el nos trae
al Dios, el mayordomo de la fiesta, y Dios nos pronuncia el mejor vino del
final!
© Frank
Gasque Dunn, 2013
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