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Wednesday, January 21, 2009

Mucho Ministerio

Supongamos que no hubiera Navidad. Supongamos que no teníamos nigún idea de pastores u ángeles o María o José o Belén. Imaginemos que no exista una cuenta de los tres reyes, o la que nos da conocimiento del masacre de los inocentes por Herodes. Este sería el caso si el año cristiano se fundiera en el evangelio de San Marcos.

En ese caso, nuestra celebración de la vida de Jesús se iniciaría hoy. Marcos, escribiendo muchos años antes de Lucas y Mateo, no dice nada del nacimiento de Jesús. Si tuviéramos solo su evangelio, sin duda se pusiera creer que la historia de Jesús se inició con su bautismo.

¿Cuál diferencia hay? En primer lugar, la historia del bautismo de Jesús es central para Marcos. Es el momento cuando Jesús conoce su relación especial con el Padre. La voz del cielo proclama, “Tu eres mi hijo, mi amado, mi eligido.” ¿La relación entre El Hijo y El Padre se inció en ese momento? Marcos no nos dice. Pero no es el punto. Para él, el bautismo es el principio del ministerio de Jesús.

Para entender ese ministerio, es importante que pongamos atención al papel de Juan Bautista, con quien Jesús se identifica por venir a pedir bautismo. Juan parece como los profetas de Israel antiguo. El vive in el desierto, así nos recuerda que la salvación tradicionalmente viene del desierto. Moisés había guiado al pueblo de Israel por el desierto cuando habían salido de Egipto. Elías había ido al desierto cuando se reveló la dirección de Dios. David había escapado al desierto para evitar la cólera de Saúl el Rey. Y veremos que Jesús iré al desierto inmediatamente después de su bautismo, y regresará al desierto en otros momentos durante su ministerio. Juan Bautista es claramente una figura de la tradición de los profetas, y nosotros lo sabemos por qué el está conectado a la profecía de Isaias, que escribió de la “voz gritando en el desierto, preparen el camino del Señor.” Además, lo sabemos por qué Juan llamó al pueblo arrepentirse, el mensaje usual de los profetas antiguos.

Cuando Jesús viene para pedir bautismo de Juan, el elije identificar con esa causa, ese movimiento. No tuvo una sola opción. Por ejemplo, era posible que él habría podido elegir juntarse con los Zelotas, que querían iniciar una guerra con los Romanos. O él habría podido juntarse la comunidad de los Esenios que vivían en el desierto cercano. Pero, Jesús viene a Juan. Por eso él está ciertamente eligiendo ser un miembro de la compañía de los profetas que llamaban a la gente que se vuelvan y sea salvada.

Nuestro bautismo significa el comienzo de un ministerio, lo mismo que el ministerio de Jesús. En unos momentos, nosotros nos juntaremos alrededor la fuente. Allí renovaremos nuestro pacto bautismal. Cuando la comunidad entera se junta en un circulo, podemos recordarnos que Santo Bautismo es la iniciación en el pueblo de Dios. Por cuanto la iglesia es en verdad el cuerpo de Cristo, el circulo significa que todas las personas bautizadas ni solo son miembros de una comunidad, sino también los miembros del cuerpo de Cristo…sus brazos y sus piernas y sus manos. Hacemos el trabajo de Cristo en este mundo. Santa Teresa dijo una vez, “Cristo no tiene ningún cuerpo en la tierra sino el tuyo; no tiene ningunas manos sino las tuyas; no tiene ningunos pies sino los tuyos. Por tus ojos el mira con piedad al mundo. Por tus pies él camina de hacer bien. Por tus manos él bendijo a todo el mundo. Ahora Cristo no tiene ningún cuerpo sino el tuyo.”

Las preguntas que siguen el credo de los apóstoles (creo en Dios Padre, en Jesucristo, y en Dios el Espíritu Santo) contienen el centro de la fe cristiana. Ellas forman un programa para conducir a cada persona bautizada en un viaje para crecer hasta alcanzar la madurez de la plenitud de Cristo. La primer pregunta es, “¿Continuarás en la enseñanza y comunión de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones?” Nuestro ministerio depende en nuestra conexión con el cuerpo de Cristo, la comunidad de fe. La próxima pregunta, “¿Perseverarás en resistir al mal, y cuando caigas en pecado, te arrepentirás y te volverás al Señor?” nos recuerda que debemos consciente del mal y de la realidad de su poder en este mundo. Tenemos saber la diferencia entre bien y mal. Además necesitamos saber arrepentirnos. Prometemos también que proclamaremos pro medio de la palabra y el ejemplo las Buenas Nuevas de Dios en Cristo. Palabra y ejemplo ambos son necesarios. San Francisco dijo, “Proclamen el evangelio todo el tiempo. Cuando se necesita, usen palabras.” En la próxima vota, decimos que buscaremos y serviremos a Cristo en todas las personas, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos. San Benito escribió en su regula que los monjas recibieran al extranjero como si a Cristo. La Madre Teresa de Calcuta sirvió a los pobres como ellos fueran Cristo en verdad. No prometemos que hallemos a Cristo en todas las personas, pero lo busquemos. La ultima vota es que luchemos por la justicia y la paz y respectemos la dignidad de todas las personas. No es opcional en nuestro ministerio, sino es integral.

Nuestra vida que se origina en bautismo, como el ministerio de Jesús, no se termina en ese momento, sino sigue hasta morimos. Además, cuando morimos, no morimos finalmente, sino vivimos unidos con Cristo por siempre. El secreto lo más bien guardado en todo el cristianismo es que no tenemos esperar hasta muerte para juntarnos con Dios. Estamos unido con Cristo en su resurrección por medio de nuestro bautismo. El punto de todo es que aceptemos el ministerio de Cristo como el nuestro. Ese ministerio es glorificar a Dios en esta vida y la venidera. Como Jesús, nuestra vocación es traer todo el mundo a Dios. También, como a Jesús, Dios nos dice hoy, “Tu eres mi amado, mi elegido.”

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